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sábado, 26 de julio de 2014

Tarta casco


Esta tarta no me gusta (lo siento Alberto, pero no me gusta) y no iba a ponerla en el blog, pero he pensado que, de todo se aprende (sobre todo de los errores). Así que aquí está, mi pesadilla número 2 después de la tarta calabaza. Lo malo es que aquella quedó muy bonita y esta…
 

Todo empezó cuando Alberto (¡mi jefe, encima mi jefe!) me pidió una tarta para el cumpleaños de su hija. Y quería que le hiciese su moto. ¡La moto más compleja del mundo! Lo intenté, que conste, pero no hubo manera, así que le dije que pensara otra cosa: el casco de Lorenzo.

Pido disculpas por mi ignorancia en la materia, pero yo no sabía ni quien era Lorenzo ni como era el casco ni nada, pero pensé que sería más fácil que modelar una moto. ¡Ilusa!

Hice los bizcochos, les puse el relleno y los monté. Cogí el cuchillo y empecé a “esculpir” el casco. No me había dado cuenta de la forma tan rara que tienen hasta ese momento. Porque no son redondos, ni ovalados, ¡son raros!

Casi me quedo sin bizcocho, pero al final conseguí una forma medio decente (sólo medio).

Este fue el resultado. No es exactamente como el de Lorenzo (ahora ya se que se llama Jorge) pero había logos en el casco que me veía incapaz de reproducir porque eran muy pequeñas.
 

Me dijo que a su hija le gustó mucho (no se si creérmelo) y que se lo comieron todo (eso si me lo creo porque estaba muy bueno (bizcocho de vainilla y buttercream de chocolate), yo me iba comiendo los recortes).

¿Qué es lo que he aprendido con esta tarta? Que no hago ni motos ni cascos. ¡Que lo sepáis!
¡Felicidades Carmela!